sábado, septiembre 04, 2010

LA BASURA EN CLAVE DE LUCHA

RELACIONES DE PODER EN EL PROCESO DE CIERRE DE UNA DESCARGA CLANDESTINA EN JOSÉ LEÓN SUÁREZ*



Reseña de libro: El Circuito informal de los residuos. Los basurales a cielo abierto, de Cinthia Shammah. Espacio Editorial. Año 2009. Buenos Aires.

¿Por qué proliferan los basurales clandestinos? ¿Qué causas operan sobre ellos que no pueden llegar a cerrarse? Estas preguntas que desde el sentido común puede hacerse cualquier lector, son magistralmente respondidas por Cinthia Shammah, con un profundo sentido crítico, y sobre la base de una pormenorizada investigación de campo.

El libro El Circuito informal de los residuos. Los basurales a cielo abierto analiza el caso de la descarga clandestina del barrio Ceballos, en José León Suárez, en comparación con la menos exitosa experiencia del asentamiento vecino Agua de Piedra. En ambos, funcionaban descargas clandestinas de basura. Ceballos logra erradicarla, pero su barrio vecino, no. O lo consigue, pero mucho más tarde. ¿Por qué?

“El planteo de este trabajo es que los sectores cercanos al basural pueden llegar a organizarse sobre estas temáticas y generar actuaciones más sostenibles para erradicar los basurales e incidir con mayor fuerza sobre las políticas públicas, en comparación con otro tipo de organizaciones más distantes del territorio y por ende de la afectación. Los sectores populares que ingresan a estos temas se movilizan porque plantean un cambio general en sus condiciones sociales de existencia. No consideran este tema como una materia verde sino que está enmarcado en un reclamo más amplio que apunta a la inclusión social y al reconocimiento de derechos” (página 143)

En los capítulos 6 y 7, en que expone el caso en sí, detalla los actores que están a favor de mantener el basural y los que están en contra. Por la “¡Basura Sí!” actúan:

  • Algunos vecinos empobrecidos que subsisten del basural recolectando en él comida y materiales para la reventa.
  • Los administradores de los vuelcos, que “son de armas llevar” y cobran entrada a los camiones.
  • La Policía que percibe un peaje a cambio de dejarlos pasar.
  • Empresas de dos tipos: volqueteras que transportan la basura y PyMEs que generan los residuos y reducen costos enviándolos clandestinamente a la descarga.

En tanto que por la “¡Basura No!” se cuentan:

  • La organización territorial del Barrio Ceballos, que nuclea a los principales perjudicados, los pobladores allí asentados. Esta organización logra motorizar el proyecto de una planta de separación de basura (que actualmente funciona en el CEAMSE), que permite visualizar un proyecto de mediano plazo que reemplace el basural como recurso inmediato.
  • ONGs de apoyo vinculada a esta lucha.
  • El CEAMSE que como receptor de los vuelcos oficiales de basura está interesado en que se elimine al “competencia desleal” de las descargas clandestinas.

Lo que ocurrió fue que la organización barrial de Ceballos se movilizó, reclamó a las autoridades, desarrolló acciones directas (cortes de ruta, quema de cabina, enfrentamientos, etc.) y finalmente logró que el aparato estatal active los mecanismos de control y coerción que impidieron continuar con los vuelcos.

En Agua de Piedra, en cambio, primó la alianza entre los administradores de la descarga, los pobladores que cirujeaban en el basural, la policía y las empresas, por lo que continuó funcionando durante más tiempo.

Presentado de esta manera capilar, el basural queda definido como entramado de relaciones que es estructurado a la vez que estructura a los actores. “El basural funciona como lugar y objeto de lucha” (página 153). “… la mayoría de los basurales se mantienen activos como resultado de la relación de poder que se construye” (página 159). El cierre de un basural, si se pretende que sea efectivo, no puede ser una decisión tomada en forma aislada, sino que debe contemplar esta red de relaciones, y su particular correlación de fuerzas.

Con estos fundamentos, la autora visualiza allí una “lucha entre el capital económico formal (representado por el CEAMSE, empresas concesionarias, empresas transportadoras, entre otros) y el informal (representado por los cirujas y otros actores que componen la cadena de recuperadores de residuos… “(página 154).

Desde la perspectiva crítica de los estudios sobre la basura, el libro realiza un aporte notable, dado que parte de una perspectiva relacional, micropolítica, que denuncia el “enmascaramiento del conflicto social que atraviesa la cuestión”, “el conflicto que subyace al cerrar un basural” (página 84). De ahí a la consideración de la basura como un fetiche, hay un paso. Particular interés reviste la breve carilla (página 59) que dedica a las tensiones que presentan los residuos: “A partir del circuito que sigue el residuo notamos dos clases de tensiones que se plantean en el aprovechamiento de estos bienes. En la primera tensión, podemos distinguir entre el grupo que apunta a la valorización del capital, a aprovechar el residuo como objeto de una actividad económica capitalista que genera rentabilidad y por eso un proceso de acumulación decapital… Y el otro grupo que apunta a la reproducción social de los sectores populares comprometidos con la recuperación del residuo”. “La segunda tensión se concentra en los que aprovechan el residuo para producir ganancia, es decir, sectores empresarios capitalistas formales e informales. Dentro de los grupos informales encontramos aquellas empresas que recolectan los residuos informalmente y lo arrojan a los basurales para disminuir sus costos. En ambas tensiones encontramos que se produce una sustracción del objeto del negocio del sector formal para generar otros aprovechamientos, pero en situaciones y con significaciones muy diferentes” (página 59).

No conforme con denunciar que en esta lucha por el residuo “El Estado actúa en forma contradictoria” (página 59), sobre el final, el texto lleva su indagación al tema de la relación entre legitimidad y legalidad del accionar estatal. “En estos contextos de informalidad urbana, la norma social no se aplica de oficio, sino por activación. Esta se activa cuando para una de las parte existe el conflicto…” (página 59). Mientras ello no cobra visibilidad, el conflicto por la recuperación se mantiene en la ilegalidad. Pero dado que provee un medio de subsistencia a esta población también se reivindica su legitimidad. “¿Podemos pensar que la ilegalidad atraviesa también al Estado, quien aparece cruzando fronteras?”, “¿deberíamos sostener que el Estado también considera legítimo el acceso a estos recursos y por ello aunque haya delito no hay castigo?” (página 151). Sin duda, un cuestionamiento agudo y fundado al papel del Estado en esta relación.

Para el lector atento al terreno, se suscita una pregunta en torno a la particular influencia sobre el caso estudiado, del Relleno Norte III del CEAMSE. La ubicación privilegiada de la descarga, a menos de un kilómetro de éste, podría tener incidencia sobre la fuerza con que se presentó el conflicto estudiado. En particular, en la página 107 se menciona que al cerrarse la descarga pobladores de ambos barrios “sostuvieron su asistencia al relleno del CEAMSE”. Pero esta actividad, también tuvo transformaciones entre 2002/2004, dado que el Estado cambia su táctica represiva por una más flexible de permisos limitados de cirujeo, con políticas de cooptación y de establecimiento de plantas de recuperación. ¿Cuánto influyó la apertura de esta “fuente de trabajo” ciruja, sobre la resolución favorable del caso de Barrio Ceballos? Debe señalarse en particular que el surgimiento de un proyecto de reciclado en el CEAMSE, que mueve a la organización de Barrio Ceballos a priorizar una visión de largo plazo, también está vinculado a este viraje en la política de basura del CEAMSE.

Una inquietud que siembra la obra y le quedará pendiente al lector refiere a la naturaleza del Estado. La indagación sobre la legitimidad/legalidad de la acción estatal podría ser llevada un paso más allá, vinculándola con el entramado social de la basura y la totalidad social que la genera. Podría cuestionarse el papel del Estado mismo como relación social, que en un contexto de enfrentamiento entre sectores dominantes y sectores subalternos, intenta aparecer como neutral, pero no lo logra. Particularmente, el terreno de la basura, el desenmascaramiento de su entramado relacional, deja a la vista la complicidad estructural del Estado, con los intereses económicos y las orientaciones culturales de los sectores sociales más encumbrados.

Este es el punto en que aparece como muy pertinente el prólogo de Pedro Pirez, que atinadamente señala el conflicto público/privado que plantea la basura. Explica que “tiene una clara significación como parte de una apropiación económica privada orientada a la obtención de ganancia” (página 17).

Para cerrar, hay que señalar que el texto trae una deliciosa colección de citas literarias y testimonios, que permiten construir una mitología de la basura social: la obra El basural de Gorostiza, el recuerdo de los basurales de José León Suarez en la Operación Masacre novelada por Rodolfo Walsh, la memoria histórica de las desapariciones forzadas enterradas en el CEAMSE (página 128), y la desaparición de Diego Duarte, entre otras. Prefiero terminar esta reseña con una brillante frase (página 127) que insistentemente se le escucha repetir a Clara:

“La historia de Ceballos está marcada por la basura desde la raíz, desde el comienzo del asentamiento. Desde siempre seguimos con el tema y con el CEAMSEhasta el día de hoy, y quedamos muy estigmatizados por la basura”.

Desandar ese estigma de la basura parece ser el designio político del Barrio Ceballos. Y por los motivos apuntados, el texto de Cinthia Shammah es una herramienta imprescindible en el despliegue de esa lucha.